La peste y la máscara de la muerte negra

M en C. Itzel Rocío Manzano Espinosa

 

 

Durante el siglo XIV, Europa se vio azotada por una gran epidemia de Yersinia pestis que llegó a exterminar un poco más de 1/3 de la población europea y significó gran importancia para los médicos de la época, siendo incluso que estuviera la presencia de al menos un médico por pueblo.

 

Recordemos que, a mediados del siglo XIV, entre los años 1346 y 1347, de desató la mayor epidemia de peste en toda la historia de Europa, teniendo un impacto aterrador en la población en general —por tener un origen desconocido y fatal— que afectaba tanto a pobres como ricos, y como consecuencias tenía descripciones exageradas y apocalípticas con un origen casi divino provocadas por los pecados del enfermo, prácticamente un castigo divino.

 

Hasta el siglo XIX, fue posible entender que la peste es, pues, una enfermedad ocasionada por la zoonosis, esto quiere decir que pasa de los animales al ser humano, principalmente de las ratas que estaban presentes en las calles, graneros, molinos, barcos casas; cuyas pulgas transmitían la bacteria a los seres humanos. Una vez que se tenía contacto con la bacteria, entre 16 a 23 días después, aparecerían los primeros signos y síntomas de la enfermedad, 5 días más tarde se producían las primeras muertes. Es así que la forma más común de la peste era la peste bubónica primaria, manifestándose por inflamación de los nódulos del sistema linfático, principalmente ingles, axilas o cuello acompañadas de supuraciones (conocidos como bubones) y fiebre alta.

 

Otras variantes de la enfermedad eran la peste septicémica, manifestándose por manchas oscuras en la piel (por eso se le denominaba peste negra) y la peste neumónica que afectaba los pulmones y provocaba tos expectorante que podía dar lugar al contagio a través del aire. Estas dos últimas variantes no dejaban supervivientes.

 

Los médicos de la peste y su máscara de la muerte

 

Imaginemos que somos uno de aquellos pacientes moribundos de la peste negra en el último momento de agonía donde lo único que observamos frente a nosotros es un médico (si tenías la suerte de ser atendido por uno) cuyas características de vestimenta eran horrorizantes… pues esta fue la realidad de la gente contagiada de peste negra en la Edad Media. La indumentaria tenebrosa adoptada por los médicos de la época tuvo origen en aquélla utilizada por el famoso médico Charles Le Lorme, quien adoptó una máscara y una vestimenta muy peculiar para tratar a las víctimas de la peste, escribió lo siguiente:

“La nariz medía un pie de largo, con forma de pico, lleno de perfume con sólo dos orificios, uno en cada lado cerca de las ventanas de la nariz, pero que puede ser suficiente para respirar y llevar a lo largo con el aire que se respira la impresión de las hierbas encerradas más adelante en el pico. Bajo el escudo que llevamos botas en piel (piel de cabra) de Marruecos desde la parte delantera de los pantalones de piel suave que se adjuntan a dichas botas y una blusa de manga corta en piel lisa, cuyo fondo está metido en los pantalones. El sombrero y guantes también están hechos de la misma piel, con las gafas sobre los ojos.”

 

Contaban también con un bastón que usaban para saber si aún estaba vivo el paciente y así evitar el contacto con él. Ahora bien, existía la creencia común de que la plaga se extendía a través de las aves; por eso se creía que vestirse con una máscara con pico de ave podría alejar la terrible enfermedad. Con el terror de la epidemia e histeria de la gente en poco tiempo la figura del médico se convirtió en la imagen de la muerte y con su presencia hacían huir a todo aquel que se cruzaba en su camino. Tan impactante e importante fue su estética que se convirtió en un ícono en Italia y ahora es uno de los disfraces típicos del carnaval de Venecia, sin embargo, no hay que olvidar que, para muchos moribundos, dicha máscara tenebrosa era lo último que veían en su lecho de muerte.

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