MD Ipsae Edith Melgoza Toral
El 15 de junio del 2017 fue la fecha en que se publicó la “Asesoria Presidencial”, decreto de la Sociedad Americana de Cardiología (AHA por sus siglas en inglés) donde su presidente identificó temas sobre la grasa de la dieta diaria y enfermedad cardiovascular (ECV) como asuntos clave que necesitaban de atención, fue así que comenzó la “guerra de las grasas” como la mencionan algunos autores; lo que comenzó como el establecimiento de una guía pragmática, sólo logró un alboroto general con una lluvia de opiniones.
La principal declaración más reiterada y justificada por la AHA, fue que el reemplazo de grasa saturada (GS) de la dieta por ácidos grasos monoinsaturados (AGMI) y, principalmente, por ácidos grasos poliinsaturados (AGPI), redujo la incidencia de ECV en diferentes escenarios clínicos. De acuerdo a los datos recopilados, se inclina a recomendar AGPI n-6, es decir, ácido linoleico para reemplazar la GS de la dieta, por la reducción de riesgo relativo que proporcionan los AGPI; además, citan un posible beneficio futuro para humanos de acuerdo con estudios realizados en primates no humanos con reducción en los niveles de colesterol de baja densidad (LDL por sus siglas en inglés) y regresión de ateroesclerosis por la dieta con AGPI.
En un estudio de Dayton, et al. —¡hecho en 1969!— por medio de dos poblaciones con una dieta control y una dieta experimental que incluyó ácido linoleico en 10% y 38%, respectivamente, se redujo significativamente el punto final de la ECV, infarto al miocardio, muerte súbita y enfermedad cerebrovascular isquémica en un 34% (p=0.04), además de una disminución de eventos de ECV totales en un 31% (p=0.01). La AHA concluye en este punto de su revisión, que se obtiene un porcentaje de reducción de riesgo de eventos de ECV del ≈30%, similar al que se logra en un tratamiento con estatinas. Se mencionó también la evidencia de estudios observacionales prospectivos donde se indicó que los carbohidratos de granos enteros reducen la ECV cuando reemplazan la grasa saturada.
A los ojos de un país tan vulnerable a las ECV como México, siendo las mismas la primera causa de muerte en >50 años, podríamos tener la ilusión de lograr disminuir esas cifras sombrías con las propiedades de los alimentos, probablemente poniendo como indicación general en todas las recetas el cocinar con ácido linoleico y granos enteros para todas las comidas… es un decir.
De este tema y otras aseveraciones de la guía, se derivó una gran polémica por parte de médicos e investigadores que pusieron en tela de juicio las conclusiones de la AHA, una de ellas fue el hecho de incluir en su revisión estudios observacionales como el metanálisis de Jakobsen, et al. y Farvid, et al. en los que un análisis de sustitución parece demostrar que la sustitución de GS por ácido linoleico en su mayoría es beneficiosa, sugiriendo, además, una relación de causalidad entre la GS y la ECV; dichos estudios no incluyen dos estudios de Praagman, et al. del 2016 en el que el mayor de ellos (n= 35 597), al reemplazar la GS por AGPI, mostró en sus resultados un aumento en los eventos de enfermedad cardiaca isquémica.
En cuanto a la referencia de la AHA sobre metanálisis observacionales, es cuestionable lo siguiente: ¿todos los beneficios de las dietas de sustitución, como el observado al sustituir GS por AGPI, también podría lograrse sustituyendo carbohidratos con AGPI?, entendiéndose por carbohidratos totales los refinados (harina, azúcar) y no refinados (papa, fruta, granos enteros, leguminosas) de la dieta “habitual”. De acuerdo con otro punto señalado en la guía por la AHA, reemplazando el 5% de la energía de la GS con 5% de energía de granos enteros, se producirá un beneficio asociado.
En un país como México, la dieta se basa en un 50% o más de carbohidratos refinados, reemplazar algo de esto con carbohidratos sin refinar, AGPI, AGMI se consideraría un logro para la educación en salud (sin mencionar el hecho de que, desde el punto de vista económico, los carbohidratos refinados son más fáciles de obtener) si lo vemos objetivamente con el ajuste a nuestro país, el preocuparse por cambiar 10-15% de la GS no sería prioridad. Por otro lado, alrededor de un 15% de la GS, como máximo, está unida a alimentos enteros como nueces, pescados y aceites vegetales.
En el estudio de Wang, et al., citado por la AHA, refiere que una mayor ingesta de AGPI y AGMI se asoció con menor mortalidad; así, la ingesta dietética de grasa total, en comparación con el total de carbohidratos, se asoció inversamente con la mortalidad total. La ingesta de ácido linoleico mostró fuertes asociaciones inversas con la mortalidad total.
Reiteradamente, autores doctos en estos temas acusan a la AHA de una elección selectiva de sus estudios para la creación del documento, todos aquellos que esperamos las declaraciones de los titanes del saber cardiológico y ansiamos nuevas estrategias y herramientas para la mejora de las lúgubres estadísticas mexicanas, estamos a la expectativa… ¿ahora quién podrá ayudarnos?, afortunadamente, mientras no esté en orden el mundo de las grasas, sabemos que existen prioridades dietéticas basadas en evidencia para tener en cuenta como: aumento en la ingesta de frutas, verduras sin almidón, nueces, legumbres, pescado, aceites vegetales, yogurt y granos enteros mínimamente procesados; ingesta de una cantidad moderada de carnes rojas, carnes procesadas (por ejemplo, conservadas en sodio como jamón, salchicha) y alimentos ricos en granos refinados como almidón, azúcares añadidos, sal y grasas trans; además, debemos permanecer atentos a las investigaciones sobre los efectos cardiometabólicos de compuestos fenólicos, grasas lácteas, probióticos, café, té, cacao, huevos, aceites vegetales y tropicales específicos (la satanización del aceite de coco por la AHA en otro capítulo), vitamina D, ácidos grasos individuales e interacciones y beneficios de la microbiota intestinal.
Después de esto, puedes comer para vivir o, mejor dicho, luego del bombardeo de información de la guerra de las grasas, puedes vivir para pensar: ¿qué voy a comer?
Referencias
1. Sacks FM, Lichtenstein AH, Wu JHY, Appel LJ, Creager MA, Kris-Etherton PM, et al. Dietary Fats and Cardiovascular Disease: A Presidential Advisory From the American Heart Association, Circulation, 2017 Jul 18;136(3): e1-e23.
2. Hooper L, Martin N, Abdelhamid A, Davey Smith G. Reduction in saturated fat intake for cardiovascular disease, Cochrane Database Syst Rev, 2015; (6):CD011737.
3. Mozaffarian D. Dietary and Policy Priorities for Cardiovascular Disease, Diabetes, and Obesity: A Comprehensive Review, Circulation, 2016; 133(2):187-225.
4. Schofield G. The empire strikes back – American Heart Association gets presidential on saturated fats, The Science of Human Potential, [June 21, 2017] Disponible en: https://profgrant.com/2017/06/21/the-empire-strikes-back-american-heart-association-gets-presidential-on-saturated-fats/ [revisado septiembre 2017]
5. Praagman J, Beulens JW, Alssema M, Zock PL, Wanders AJ, Sluijs I, et al. The association between dietary saturated fatty acids and ischemic heart disease depends on the type and source of fatty acid in the European Prospective Investigation into Cancer and Nutrition-Netherlands cohort, Am J Clin Nutr. 2016; 103(2):356-65.
6. Praagman J, de Jonge EAL, Kiefte-de Jong JC et al. Dietary Saturated Fatty Acids and Coronary Heart Disease Risk in a Dutch Middle-Aged and Elderly Population, Arteriosclerosis, Thrombosis, and Vascular Biology. 2016; ATVBAHA.116.307578
7. Wang DD, Li Y, Chiuve SE, Stampfer MJ, Manson JE, Rimm EB, et al, Association of Specific Dietary Fats With Total and Cause-Specific Mortality, JAMA Intern Med, 2016; 176(8):1134-45.
8. Dayton S, Pearce ML, Hashimoto S, Dixon WJ, Tomiyasu U. A controlled clinical trial of a diet high in unsaturated fat in preventing complications of atherosclerosis. Circulation, 1969;40(suppl II): II-1–II-63 de Souza RJ, Mente A, Maroleanu A, Cozma AI, Ha V, Kishibe T, et al. Intake of saturated and trans unsaturated fatty acids and risk of all cause mortality, cardiovascular disease, and type 2 diabetes: systematic review and meta-analysis of observational studies, BMJ, 2015; 351:h3978.
9. Lundberg G. The Fat Wars, Medscape Internal Medicine, [July 10, 2017] Disponible en: http://www.medscape.com/viewarticle/882253 [revisado septiembre 2017]
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