MD Ipsae Edith Melgoza Toral
Diciembre es una época de fiestas y celebraciones a diestra y siniestra, no es un requisito el formar parte de determinado grupo social (o religioso) para verse envuelto en el ambiente festivo que pulula en el ambiente, y es así como, independientemente del nivel socioeconómico al que se pertenezca, todos tenemos algo en común, la sustancia psicoactiva favorita de muchos que acompaña las celebraciones: el alcohol.
Sin el fin de estigmatizar este aditamento ancestral de muchas celebraciones, hay mucho que destacar de lo que ya se sabe sobre este depresor del sistema nervioso central, así como de lo que no se sabe. Los signos clínicos de una intoxicación alcohólica son bien conocidos (tal vez no comprendidos por completo, pero sabidos) tanto en adultos como en jóvenes. A esas sensaciones cosquilleantes de relajación, pérdida de inhibiciones sociales, verborrea y deterioro en algunas tareas especializadas, los profesionales de la salud lo entendemos como concentraciones de alcohol en sangre ≤50mg/dL; la existencia de ataxia, nistagmo, dislalia, alteración del juicio y conducta por depresión cortical ocurren a niveles ≥100mg/dL hasta que, en niveles superiores a 300mg/dL puede presentarse coma, compromiso respiratorio, hiporreflexia e hipotensión cuando se llega a causar depresión bulbar. Claro, existen excepciones para estos niveles de referencia como en todas las adicciones, en alcohólicos crónicos se pueden encontrar concentraciones superiores a 120mg/dL en sobriedad y pueden continuar con vida a más de 700mg/dL de alcohol… hasta que el hígado lo permita.
Lo anterior es bien sabido, pero, ¿por qué si los síntomas dependen de los miligramos de alcohol no todos tenemos la misma preferencia por destilados, vino tinto, blanco, cerveza, etc.? la curiosidad que caracteriza a la ciencia llevó a la realización de la mayor cohorte de pacientes para el análisis de las emociones asociadas con el consumo de alcohol y la influencia de lo anterior en la elección de la bebida. Se estudiaron más de 30 000 participantes entre 18 y 31 años de 21 países diferentes, agruparon las bebidas en: destilados, vino tinto, vino blanco, cerveza; las emociones que se desencadenaban las clasificaron en: positivas [energizado(a), confiado(a), relajado(a) y sexy] y negativas [cansado(a), agresivo(a), intranquilo(a) y sentimental/llorón(a)]; de acuerdo a lo anterior destacaron ciertos aspectos que alcanzaron significancia estadística:
Claro, definitivamente un depresor de sistema nervioso central no podría tener sólo características positivas, los destilados fueron los menos propensos a estar asociados con la relajación, incluso, fueron las bebidas más asociadas a emociones negativas, especialmente agresividad (29.8%).
También, una mayor proporción de personas con un nivel educativo bajo (máximo secundaria terminada), reportaron la sensación de emociones positivas y negativas, en comparación con las personas que tenían la preparatoria terminada. Se podría entender, entonces, que la recompensa de las emociones positivas asociadas al consumo de determinados tipos de alcohol, podrían “compensar” las emociones negativas; esta asociación bivariada existe, y al momento de beber para buscar las emociones positivas, también tienen el riesgo de exacerbar las respuestas emocionales negativas.
El estudio analizó en grupos separados a personas con riesgo bajo, medio, alto para dependencia y personas dependientes. Las personas dependientes al alcohol eran 5 veces más propensas a percibirse energizados en comparación con personas de bajo riesgo; sin embargo, también tenían una frecuencia aumentada 6 veces de tener sentimientos de agresión, que pudiera aumentar la necesidad de ingesta de mayores cantidades de alcohol en “una sentada” buscando un aumento en el impacto de emociones positivas.
Si bien el estudio muestra la asociación entre determinados sentimientos y las bebidas, no explica la razón de los cambios emocionales, mucho menos su trasfondo emocional individualizado. Ya que los escenarios posibles para las respuestas obtenidas son muchos, debemos recordar que, aunque contiene resultados estadísticamente significativos para algunas variables, las personas encuestadas pudieron también realizar otras actividades como bailar, socializar, consumir drogas ilícitas con lo que pudieron afectar las emociones y generar una relación positiva o negativa con cada tipo de bebidas.
Es la primera vez que, por medio de un estudio clínico, se intenta comprender la relación entre las emociones y el alcohol, falta mucho por entender sobre la esfera psicosocial humana; lo que puedo afirmar, que queda muy claro, es que somos seres que pueden llegar a pagar un precio muy alto al entregar parcial o totalmente el mando y la dirección de nuestra conciencia a cambio de unas horas de desconexión del mundo real hasta un plano hedonista de la convivencia, hay que tener cuidado, porque en la búsqueda del mundo del placer también se pueden liberar uno que otro demonio previamente desconocido del subconsciente.
Referencias
Ashton K, Bellis MA, Davies AR, et al. Do emotions related to alcohol consumption differ by alcohol type? An international cross-sectional survey of emotions associated with alcohol consumption and influence on drink choice in different settings, BMJ Open, 2017; 7: e016089.
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Mathewson S. From Wild to Mild: How Different Types of Alcohol Affect Your Mood, Live Science Contributor, [November 21, 2017] disponible en: https://www.livescience.com/60995-alcohol-types-emotions.html [revisado diciembre 2017]
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