Periodismo científico cultural

LA GUERRA FRÍA:

EL VERDADERO MONSTRUO  DETRÁS DE "LA FORMA DEL AGUA"

 

M en C Itzel Rocio Manzano Espinosa

 

El 12 de enero de este año, se estrenó en las salas de cine la fantástica película de “La forma del agua”, siendo la ganadora de numerosos reconocimientos, como los premios Bafta, Globos de Oro y de la Academia, obteniendo en esta última el Óscar como mejor director y mejor película del año.  Sin duda alguna, el director Guillermo del Toro ha demostrado un gran trabajo, lleno de talento artístico, que refleja su trayectoria y experiencia en el mundo cinematográfico, sin dejar de lado la gran habilidad que lo caracteriza al crear e involucrar de manera inigualable a sus criaturas fantásticas.

 

La historia se desenvuelve en Baltimore, alrededor del 1963, justo cuando la Guerra Fría estaba en su punto más crítico. Elisa (Sally Hawkins), una persona solitaria y extraordinaria, es empleada de limpieza de un laboratorio secreto dentro de las instalaciones de alta seguridad del gobierno. Su vida da un giro completo al descubrir que en el laboratorio donde trabaja se encuentra un experimento clasificado como ultra secreto, tratándose de un ser increíble, una criatura acuática fascinante y “sobrenatural” que vive encerrado y es víctima de experimentos científicos. Elisa, al comenzar a conocerlo, siente una gran simpatía por este extraño ser, estableciéndose entre ellos dos una fuerte conexión, sin embargo, el mundo de los humanos no es un lugar seguro para esta criatura, por lo que Elisa se ve involucrada en la creación de un plan para lograr sortear todas las dificultades y así lograr ayudarlo a recobrar su libertad.

 

Esta película, considerada por el propio director como “un cuento de hadas para adultos”, es una demostración perfecta de que tanto la bondad, como la crueldad, se encuentran en la humanidad misma y que tristemente, esta última, muchas veces suele dominar en los tiempos difíciles, como es la guerra. Aunque la película “La Forma del Agua” nos deja un gran mensaje, la historia está basada en un tiempo histórico que se caracterizó por la gravedad de los conflictos económicos, políticos e ideológicos, marcando significativamente gran parte de la historia de la segunda mitad del siglo XX, debido al enfrentamiento entre Estados Unidos (EE. UU.) y la Unión Soviética.

 

Sin embargo, un aspecto que hasta la fecha sigue siendo desconocido —a pesar de que se han dado a conocer algunos expedientes secretos de la Guerra Fría— son las investigaciones y experimentos científicos que se llevaron a cabo. Hoy en día se conocen algunos de los experimentos que se realizaban en los laboratorios secretos, tanto de la Unión Soviética como de EE. UU. y que, por supuesto, no involucran a criaturas marinas fantásticas; tristemente, las víctimas de estos experimentos fueron grupos de niños y personas adultas vulnerables que fueron sometidas a un sinnúmero de vejaciones.

 

Dentro de los experimentos más atroces con infantes se encuentran los que se realizaron entre los años 1939 a 1969, comenzando con el estudio “Monster experiment”. Este fue un estudio diseñado para hacer tartamudear a niños (huérfanos) y con ello demostrar que la tartamudez podía ser inducida. Ideada por Wendell Johnson en la Universidad de Iowa, este experimento resultó en un sufrimiento emocional para los participantes del estudio que duró toda la vida. Los huérfanos institucionalizados en Iowa fueron presionados deliberadamente psicológicamente para inducir a los niños a tartamudear. Durante el desarrollo de este experimento no ético, los estudiantes graduados de Johnson demostraron preocupación por la ética del estudio, llegando a referirse a él como el "Experimento de Monstruos" o el "Estudio de Monstruos", advirtiendo que podían ser señalados y comparados con los experimentos nazis en humanos.

 

En el año 1942 fue creada la “Asociación Americana de Psiquiatría”, la cual sometió a debate la legalización del asesinato medicalizado. En este año, los psiquiatras debatieron legalizar el asesinato ("eutanasia") en la Asociación Psiquiátrica Americana, siendo el Dr. Foster Kennedy, quien abogó por matar a los niños "defectuosos" que denominó "errores de la naturaleza", "desesperados que nunca deberían haber nacido". La Asociación Psiquiátrica Americana recibió el respaldo de otras instancias para el asesinato de "defectuosos" y la expansión de la esterilización eugenésica obligatoria, no obstante, nadie argumentó que no era ético matar personas discapacitadas, debiéndose a que el asesinato medicalizado aún tenía apogeo después de la Alemania nazi.

 

Para el año 1941 al año 1945, se realizaron experimentos de enfermedades infecciosas con niños institucionalizados, conocidos como "canarios en las minas". El Comité de Investigación Médica (CMR) de EE. UU. Se dedicó a la medicina de tiempos de guerra; financió y coordinó 137 instituciones en los EE. UU. que llevaron a cabo investigaciones, incluidos agentes de guerra química y prevención de enfermedades infecciosas probadas en prisioneros y niños. Las víctimas de estos experimentos eran los niños institucionalizados que se utilizaron como "canarios en las minas" para evaluar la seguridad de las vacunas experimentales contra la malaria, la gripe, la disentería y las enfermedades de transmisión sexual.

 

En los años de 1942 al 1969, la Dra. Lauretta Bender, conocida como “psiquiatra infantil del infierno”, realizó diversos experimentos con niños. La psiquiatra infantil comenzó sus "tratamientos" de electrochoques experimentales en niños en el Hospital Bellevue en 1942. Experimentando extensamente con niños indefensos a quienes "diagnosticó" con "esquizofrenia autista"; algunos de los niños involucrados en los experimentos tenían tan sólo 3 años de edad. Ella usó múltiples "tratamientos" de electrochoques agregando posteriormente al tratamiento dietilamida de ácido lisérgico (LSD, por sus siglas en inglés) y otras drogas alucinógenas. Sus experimentos fueron financiados también con fondos proporcionados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) de EE. UU.

 

Al igual que los niños, los adultos también fueron objetos de investigación y dentro de los más atroces se encuentran el estudio conocido como “el experimento de la sífilis de Tuskegee”, desarrollado del año 1932 al año 1972, conocido como "el experimento no terapéutico más largo en seres humanos en la historia de la medicina", el cual continuó 25 años después en Nuremberg, Alemania. El experimento Tuskegee Syphilis fue patrocinado por el Servicio de Salud Pública de EE. UU., con más de 400 jornaleros negros que fueron observados sin tratamiento para que los investigadores del gobierno pudieran documentar el curso natural de la sífilis no tratada en estos hombres.

 

Los hombres fueron sometidos a procedimientos médicos dolorosos sufriendo intensamente por enfermedad debilitante. Cuando una cura, la penicilina, estuvo disponible en 1947, los médicos no la proporcionaron, incluso, el personal médico encargado incitaba a los hombres a permanecer en el experimento. Al final del experimento, 28 hombres habían muerto de sífilis, 100 murieron por complicaciones relacionadas, al menos 40 de sus esposas habían sido infectadas y 19 de sus hijos nacieron con sífilis congénita. Quince informes científicos sobre este experimento fueron publicados en revistas médicas, pero nadie en la comunidad médica se atrevió a mencionar que era un experimento no ético y nadie del ámbito científico intentó detenerlo.

 

Con todo lo mencionado anteriormente, queda muy claro que la realidad, como siempre, supera a la ficción. La humanidad una vez más ha demostrado que el nivel de crueldad siempre puede superarse y que pocas veces verdaderamente aprende de sus hechos históricos, ya que, después de la segunda guerra mundial, y de las vejaciones descubiertas en los campos de concentración, se realizaron nuevamente experimentos con humanos y pocas personas se atrevieron a levantar la voz contra ellos.

 

No olvidemos que los últimos experimentos con humanos están muy cercanos a nuestros días, separándonos de ellos tan sólo 46 años de diferencia. Imaginemos ahora la crueldad con la que serían tratadas otras criaturas si se tuviera la oportunidad de apresarlas, si somos capaces de realizar las peores atrocidades con nuestra propia especie, simplemente los demás no tendrían muchas más opciones.

 

En estas historias verídicas las víctimas no tuvieron oportunidad de que alguien más las ayudara a escapar, algo que resulta desolador tan sólo con pesarlo; sin embargo, películas como “La forma del agua” nos enseñan que más allá de la ciencia ficción, su historia se traspola a nuestra realidad, a nuestra historia y así como Elisa pelea contra todo para hacer un bien y ayudar a la criatura a escapar de esos horrores, nosotros también podemos luchar contra las injusticias cometidas a grupos vulnerables, a no permitir que se repitan estas atrocidades, a recordar nuestro pasado histórico y verdaderamente luchar por no repetirlo y hacer de este mundo un lugar mejor porque, sin duda alguna, "Si no hacemos nada, no somos nada", como lo menciona Elisa al intentar salvar a la criatura, una pequeña frase que claramente nos hace reflexionar demasiado.

Bibliografía

 

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8. Wikipedia. The free encyclopedia. The Shape of Water [Marzo 2018]. Disponible en: https://en.wikipedia.org/wiki/The_Shape_of_Water [Marzo 2018].

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