Periodismo científico cultural
MD Ipsae Edith Melgoza Toral
Ya ha pasado tiempo desde que el cigarro se convirtió en el enemigo público número uno, tanto para fumadores como para no fumadores o “fumadores pasivos” se conoce su capacidad cancerígena para distintos órganos, además de ser causante de otras enfermedades del sistema cardiovascular; aparentemente la difusión sobre el daño que puede causar su uso crónico ya es de dominio general en casi todos los países, pero veo a todos muy tranquilos con el cigarro electrónico, ¿ya investigaron sobre su uso?
Hemos estado muy pendientes de cómo se ha avanzado hacia una cultura de “no fumadores”, quitando el cigarro de lugares públicos, cerrados, viviendas, de eliminar la publicidad que incite a su consumo, pero todo esto se ha logrado por la difusión de la información sobre el daño que causa el vicio de fumar, entonces, ¿qué pasa con los cigarros electrónicos? ¿por qué todos lo usan con tanta confianza? ¿qué pruebas existen sobre su beneficio/daño al cuerpo humano?
Los cigarrillos electrónicos (cigarrillo-e), también conocidos como e-cigars o vaporizadores, son sistemas electrónicos de entrega de nicotina que generan una mezcla aerosolizada que contiene líquidos aromatizados y nicotina que es inhalada por el usuario. Existe una gran variedad de cigarrillos-e con diversas concentraciones de nicotina presentes en líquidos, diferentes compuestos portadores, aditivos, sabores y voltaje de la batería con la cual funciona. Independientemente del diseño exacto, cada cigarrillo-e tiene un sistema de funcionamiento común que se compone de una batería de litio recargable, cámara de vaporización y un cartucho. En conjunto, existe diversidad en los diseños, pero esta variabilidad también complica la capacidad de evaluar las consecuencias para la salud. Esto no sólo aplica para los dispositivos que usan nicotina, actualmente se han analizado tanto los que usan nicotina como los que usan saborizantes y su impacto en la salud, recordemos que estos datos no pueden ser a largo plazo ya que tienen poco tiempo en el mercado, aunque las conclusiones son alarmantes, especialmente porque se piensa que no tienen un impacto negativo para el usuario.
En enero del año 2018, un comité de expertos de las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina se reunieron para realizar un informe conocido como Public Health Consequences of E-Cigarettes en el cual se presentaron 47 conclusiones relacionadas con los resultados de los cigarrillos-e, incluidos sus constituyentes clave, los efectos en la salud humana, la iniciación y el cese de combustibles, uso de cigarrillos de tabaco y reducción de daños.
En términos de ingesta de nicotina, el informe reveló "evidencia sustancial" (de acuerdo a la escala de niveles de evidencia que manejaron) de que la exposición a la nicotina de los cigarrillos-e, entre usuarios adultos experimentados, puede ser comparable a la de los cigarrillos de tabaco combustibles.
También hay evidencia sustancial de que la nicotina de los cigarrillos-e y que algunos químicos presentes en los aerosoles (por ejemplo, formaldehído, acroleína) son capaces de causar daño al ADN y mutagénesis. Esto es importante porque podemos deducir de manera plausible que el uso a largo plazo de los cigarrillos-e podría aumentar el riesgo de cáncer. De hecho, el informe cita estudios de investigación básica con animales donde utilizaron biomarcadores intermedios de cáncer y cuyos resultados respaldaron esta hipótesis. Como era de esperarse, las pruebas sobre citotoxicidad revelaron que hay un aumento de los factores de inflamación y daño tisular secundario al aumento en los niveles de estrés oxidativo.
La American Heart Association por su parte, reafirmó y añadió un conjunto de evidencias de investigación básica y clínica de varios estudios, de lo más remarcable para el sistema cardiovascular fueron efectos simpaticomiméticos, aumento medido de la frecuencia cardiaca de forma aguda después del uso de cigarrillos-e. Además, se midió una elevación tanto de la presión arterial diastólica como de la frecuencia cardiaca en los fumadores, pero en menor medida en comparación con los cigarrillos de tabaco —el hecho de que sea “menos peor” no lo hace mejor, atención—. También se descubrió que la disfunción de las células endoteliales y el estrés oxidativo, que juegan papeles importantes en la patogénesis de la enfermedad cardiovascular, están asociados con los cigarrillos electrónicos, incluso con un solo uso, pero el efecto fue menos pronunciado en comparación con el tabaquismo.
Los cigarrilos-e sin nicotina no se quedan muy atrás en sus efectos adversos, han obtenido resultados funestos al mezclar una variedad de sabores usados en los cigarrillos donde el resultado fue una mayor citotoxicidad y niveles aumentados de especies reactivas de oxígeno (oxidantes y carcinógenos). Se concluyó por lo anterior que los productos químicos aromatizantes utilizados en los líquidos y sustancias saborizadas utilizadas en los cigarrillos-e, inducen una respuesta inflamatoria, toxicidad celular y producción de especies reactivas de oxígeno.
Incluso remarcaron la mayor toxicidad a los leucocitos analizada en los productos químicos aromatizantes a base de canela, vainilla y mantequilla. Lo peligroso de todo esto es que los cigarrillos-e sin nicotina tampoco están regulados y el hecho de que utilicen nombres y sabores atractivos, como dulces, pasteles, rollos de canela y mezclas misteriosas, atraen principalmente a usuarios jóvenes.
La mercadotecnia ha logrado inculcar la idea de que este tipo de cigarros no perjudican la salud, o peor, que pueden contribuir positivamente a eliminar el hábito tabáquico, pero es todo lo contrario, ya que se debe tener en cuenta que el fumar es un hábito conductual, que cualquier docto en el tema mencionaría incluso sus inicios en la “etapa oral”, por lo tanto, el acto de succionar algo en la boca refuerza esa necesidad no cubierta de “tener algo en la boca”, todo lo contrario a una terapia para dejar de fumar. Lo ideal sería que la raza humana no encontrara nuevas formas de matarse o que no hubiera que convencerlo de que evite conductas mortales, pero para una cultura de prevención y en pro de la salud mental aún falta mucho camino por recorrer.
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